V

Al tomar la curva, el tren oscila en la oscuridad como la cola de una serpiente; las ruedas chirrían, el traqueteo genera un ruido de baja frecuencia, casi narcótico. La niña no oye nada, está absorta mirando al vacío, con cara de aburrimiento, bajo el parpadeo de los fluorescentes. A la salida del túnel, el resplandor de la luz la obliga a cerrar los ojos un breve instante; al volverlos a abrir, medio deslumbrada, señala con el dedo hacia la ventanilla y exclama, sin ocultar su entusiasmo: "Todo esto que está marrón, será verde". Los padres siguen mirando al frente sin pestañear, ni decir palabra, hace tiempo que el mundo ha dejado de ser una sorpresa.