I

Según algunas teorías psicológicas, el infantilismo psíquico es la persistencia del comportamiento y la ideación infantil en la vida adulta; el conjunto de la personalidad mantendría rasgos infantiles, como una elevada capacidad de adaptación y una notoria dependencia. Quizás algunos investigadores deberían tener más cuidado con sus afirmaciones, prestar atención cuando pasan delante de un espejo, para no confundir la imagen con el objeto de análisis, pues la caracterización anterior define en mucho más alto grado al adulto, incluidos ellos mismos, que al niño. El retrato ideal del individuo inserto en el mundo social y laboral, incluso valorado como una cualidad positiva, con un amplio consenso, ES la adaptabilidad y la falta de independencia, el acatamiento de normas y órdenes variables, incluso la habilidad en interpretar los mensajes que llegan de arriba y resuenan abajo, la obediencia, en fin, como virtud. Para lo que importa, la INFANCIA supone una experiencia y visión del mundo mucho más independiente, esto es, libre de tópicos, y poco adaptable y amante de los compromisos, insobornable ante situaciones, explicaciones que encuentra absurdas, que la de la mayoría de los convencidos de no ser ya unos niños, aun siéndolo de forma inevitable. El in-fante es a la vez muy difícil y fácil de traer a la imaginación, tan sólo se necesita despojarse de todo, en especial de la palabra: SER es IMAGINAR.